jueves, 2 de junio de 2016

El otro amor

Hoy os voy a hacer imaginar algo distinto.


Todo alrededor está en calma. Sólo el sonido de las copas de los árboles mecidas por el viento rompe el silencio del lugar. Ante ti, el chico cuya mirada te da la vida. Te llama para que te acerques un poco más y eso haces. Te sientas sobre su regazo, abrazas su cuello y estrecháis labio contra labio en un tierno beso.


Imagina ahora el beso, imagina las caricias sobre su nuca, imagina los vellos de punta y un cosquilleo intenso en el estómago. El tiempo se detiene para los dos, el mundo deja de girar y los recuerdos empiezan a plasmarse en una obra de arte descrita en cada gesto.

Ahora haz un esfuerzo mayor e imagina las nubes, cada vez más negras. No dejáis de besaros, pero imagina algunos gritos alrededor. Nadie grita, salvo la voz invisible y oculta de una sociedad marchita. Imagina los insultos, las humillaciones, gestos sexuales en clase, la pérdida de algunos amigos y el olvido de los mismos.

Sigues acariciando su nuca, sigues queriéndole a pesar de lo que digan. Intensificas el cariño en el beso, amas fuerte, muy fuerte, como agarrándote a un clavo ardiente. Su erección te busca mientras te besa el cuello y desata en tu cuerpo las más indescriptibles reacciones.

Dentro de ti todo sigue gritando. Imagina decenas de niños matando las mariposas que habitaban en tu estómago. Imagina el miedo a salir a la calle, las canciones que recriminan tu orientación sexual y esos grupos de tres o cuatro chicos buscándote amenazantes. Imagina los golpes, reales o simulados, y la ofensa a toda tu familia. Buscas apoyo pero sientes, sea verdad o no, que no puedes confiar en nadie. Imagina la soledad de agarrarte a una pared mientras caes lentamente. Pero sigues besándole, sigues queriéndole, sigues siendo tú mismo dando amor, mucho amor, como si nunca fuese a agotarse. Pero tú sí, tú si estás agotado.

Imagina la sonrisa sincera de un niño que no volverá a sonreír, esa pedida de ayuda ahogada en la incertidumbre o los abrazos separados por kilómetros de distancia. La rutina, el viento que lejos de mecerte, logra tumbarte. Y empujones, y más gritos, y más insultos. Esa autoestima marchita como la sociedad marchita. Esos compañeros que no son, que no están, ni serán... Imagina las lágrimas de tardes eternas en la amargura, los lienzos de grandes artistas cubiertos por el tono carmín en lugar de alegres matices pastel.


Te dice "te quiero", te mira con deseo y te hace sentir querido y deseado por ese brillo particular que aparece sólo en las verdades. Pero eso sólo lo ves tú, los demás sólo ven a un "maricón" o a dos, ¿qué más da? "son todos iguales".

Y ese niño que jugaba, que quería, que sonreía mientras moría lentamente en pedazos crudos de realidad... Ese niño muerto ya no volverá.



Imagina el viento acariciando tu pelo. Sus dedos se deslizan por tu brazo mientras te dice "te quiero". Nadie alrededor, nada perturba la calma del momento. Cierras la puerta de tu mundo para que no entren intrusos. Él te ayuda a creer en la magia y en las personas. Lo agradeces. Le dedicas una tierna sonrisa y muerdes ligeramente su mandíbula.
Deslizas un par de dedos por su brazo y sientes cómo se transmite la corriente erizando su vello.
"Te quiero".


                 Leo Sarmed. 2016.
                 Relato en denuncia del bullying y la homofobia.
                 Se agradece compartir y concienciar.




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